El día 11 de Marzo a tenor de cómo se estaban produciendo los acontecimientos, decidimos desde la gerencia y la dirección de la residencia cerrar las instalaciones a cal y canto, es decir, a partir de ese día no podía salir ninguna persona residente, ni recibir visitas. Era una decisión muy dura, pero, a la vista de los resultados fue crucial, en miras de tomar las medidas necesarias e ir por delante del virus, con el objetivo principal “salvar vidas”, y pocos días después se decretaba el estado de alarma.
Los primeros días fueron muy caóticos, se vivieron momentos de mucho agobio, incertidumbre, estrés físico y emocional; el desconocimiento ante lo que se nos venía encima, la desorientación, la falta de información clara, muchas exigencias burocráticas, que no se correspondían con la disposición de material (Epi’s). Echamos mano de las pocas mascarillas que disponíamos, pues, Conselleria de Sanidad y Salud Pública carecían de dicho material; las primeras semanas pudimos salir adelante gracias a las donaciones de empresas de Ontinyent y particulares que nos suministraron mascarillas, protectores faciales, hidrogel, etc.
Todo nuestro equipo de personas profesionales se ha empleado en cuerpo y alma para combatir esta situación, con un objetivo común “salvaguardar la salud y seguridad de nuestras personas residentes” para lograr el menor impacto en su día a día y su calidad de vida. Se intensificaron las tareas de limpieza y desinfecciones a fondo, una y otra vez. En los días de confinamiento las personas residentes veían pasar la vida desde sus propias estancias y el personal gerocultor tenían que darles de comer en su habitación, ya que no podían salir de ella.
De repente, hemos detenido muchas de nuestras actividades, agendas, prisas, ruidos… Al mismo tiempo, se une la preocupación y el dolor por la crisis sanitaria y económica que todo esto supone. Dios no manda las calamidades para probarnos o para castigarnos, pues, Él NOS ama y quiere nuestro bien. Las dificultades suceden porque vivimos en un mundo de seres frágiles y limitados. No es el momento de preguntarnos por qué, sino para qué puede servir todo esto.
La vida nos cambia y nos presenta una nueva realidad amenazante, más propia de una película de ficción que de nuestras propias vidas, las relaciones sociales y familiares directas, el abrazarse y besarse, se han sustituido por pantallas, tablets, móviles y miles de aplicaciones y sistemas para mantener vivas las emociones y sentimientos.
Las personas mayores y dependientes son la parte más vulnerable de nuestra sociedad. Nuestras personas residentes han tenido que ir adaptándose a los cambios que hemos realizado, siguiendo todas las instrucciones y protocolos que desde la Conselleria de Sanidad y Salud Publica de Xàtiva nos han ido marcando.
En los últimos meses hemos vivido momentos muy complicados. Esta compleja experiencia vital nos ha afectado a todos, pero a ellos les ha impactado tanto física, como psicológicamente. Las circunstancias absolutamente excepcionales que estamos viviendo nos obligan a replantearnos toda nuestra existencia, desde las tareas más comunes hasta nuestros sentimientos más profundos. Lograremos salir adelante, y las personas usuarias también porque no están solas, cuentan con un gran equipo de personas profesionales que con su vocación por el cuidado de nuestras personas mayores, dan lo mejor de sí mismas para colaborar a mejorar la vida de las personas residentes y superar juntas esta situación con éxito.
Esta situación puede ayudarnos a valorar todas aquellas pequeñas cosas que, reconocidas y disfrutadas, hacen que la vida se vuelva más llevadera. Seguro que cuando todo pase y volvamos a reunirnos y abrazarnos, lo valoraremos y agradeceremos mucho más. Mientras tanto, podremos aprender una nueva forma de ser y estar, cuidando algunos detalles, escuchando más profundamente, expresando con originalidad nuestros sentimientos y anhelos más auténticos.